sábado, 2 de julio de 2011

El final del viaje

Nuestro nuevo objetivo era la ciudad de Hangzhou para visitar el maravilloso West Lake o Lago del Oeste, sin ninguna duda merece la pena llegar hasta ahí solo para poder contemplar una de las puestas de sol más increíbles que se pueden ver en todo el planeta, y si además vas con la persona a la que más quieres, vivirás la experiencia más romántica e inolvidable de toda tu vida.



Poco más se extendió nuestra visita a esta ciudad, se nos pasó el tiempo volando paseando alrededor del lago.


Nuestro cuarto día en Shanghai lo dedicamos a hacer las visitas obligatorias en esta megalopoli. Por la mañana visitamos Qibao, una pequeña localidad donde aún se conserva el encanto de las ciudades tradicionales chinas. Qibao está muy cerca de la capital y se puede llegar en metro o taxi.


Mas tarde, visitamos el Templo del Buda de Jade, es el templo más grande de Shanghai, a parte de destino turístico, este Templo es un lugar de oración y en él todavía viven monjes budistas.









El Templo Jing An, una maravilla de la arquitectura oriental engullida por enormes rascacielos.








Además de la arquitectura y las gentes, Shanghai es una ciudad eminentemente comercial, donde los amantes de las compras pueden encontrar casi de todo: desde los negocios de falsificaciones hasta los centros comerciales más exclusivos, pasando por las tiendas de moda de East Nanjing Road. Shanghai es una ciudad donde comprar puede convertirse en un auténtico placer.


Continuamos nuestra visita por el mercadillo de antigüedades Tai Dong, un lugar muy pintoresco donde puedes adquirir multitud de antigüedades a muy buen precio, aunque hay que tener cuidado porque muchos artículos son tan antiguos que los fabricaron ayer mismo.

China es el paraíso de los objetos falsificados, en el mercado Yatai Xinyang. Justo al lado del Museo de Ciencia y Tecnología, hay una especie de “centro comercial de las falsificaciones” donde pudimos encontrar de todo, una vez más tuvimos que permanecer alerta con los engaños y sobre todo con los precios, ya que siempre te piden 5 veces el valor real, a partir de ahí esta la pericia de cada cual en el arte del regateo.

Cuando la noche se nos vino encima aprovechamos para visitar el área

más occidentalizada de Shanghai, el barrio de La Concesión francesa, lugar por el que habitualmente sale de copas la gente occidental que vive aquí.

Para concluir con nuestra visita a Shanghai visitamos el Shanghai World Financial Center, que es el edificio más alto del lugar con 492m y 101 pisos y "la perla de Oriente" el edificio más representativo de esta ciudad.









Los últimos días en Shantou nos valieron para preparar nuestro regreso, despedirnos de toda la gente que habíamos conocido y para empezar a recopilar los “souvenirs” que traeríamos a familiares y amigos.

Zhao, nuestro profesor de inglés nos insistió para que ayudáramos en su academia como profesores de español, creo que fue uno de los momentos más cómicos de toda nuestra estancia en china, cuando nos presentó al profesor que daba las clases nos quedamos boquiabiertos, resultó ser que un chico chino que había pasado unos meses en Francia impartía las clases, claro, por allí era muy difícil encontrar a alguien con conocimientos suficientes de nuestra lengua como para dar clase con buen acento, nunca olvidaremos la cara de los alumnos cuando nos vieron entrar en su clase, tanta era su emoción que repetían cualquier palabra que dijéramos. Por más que nos empeñamos no conseguimos hacer que pronunciaran una sola “rr”.

Muy rápido se pasaron esos últimos días, cuando nos quisimos dar cuenta ya estábamos tomando el autobús de vuelta a Hong Kong, ocho largas horas en las que pensar todo lo que habíamos vivido en estos tres meses tan alejados del mundo tal y como lo conocíamos.

Por suerte, nos gusta tomarnos las cosas con filosofía, nuestro vuelo fue cancelado por el famoso temporal que azotó Europa en diciembre y nos vimos obligados a prolongar unos días más nuestra estancia en Hong Kong. De nuevo, nos embriagaba el olor a comida de sus calles y las estaciones de metro abarrotadas de gente que fluyen hacia las salidas recordando a las hormigas que salen de su hormiguero.







Así tuvimos tiempo de visitar al Buda de bronce sentado al aire libre s grande del mundo en medio del espléndido paisaje de montaña de la isla de Lantau. La grandiosa figura tiene 34 metros de altura, se realizó en China y el trabajo de fundición duró más de 10 años. Y sobre todo la subida al Buda en teleférico con suelo de cristal nos deleitó con unas fabulosas vistas de Hong Kong.



Esa misma tarde nos dirigimos en autobús a un pueblecito llamado Stanley, es muy recomendable ir en autobús, ya que en metro nos hubiéramos perdido todas las playas y calles de Hong Kong, el mercadillo que hay en Stanley nos encantó, el pueblo tiene un aire muy británico con multitud de pubs al más puro estilo irlandes y el paseo marítimo es muy bonito.



En nuestro último día recorrimos algunos de los muchos centros comerciales de Hong Kong y disfrutamos de una cena al más puro estilo cantonés en un restaurante familiar al que nos llevó nuestro amigo Michel, a quién conocimos en Shantou y pudimos ver de nuevo en Hong Kong.



Por fin, al día siguiente termina nuestra aventura, fue un largo viaje de regreso, pero llegar a casa por navidad hizo que la tristeza de dejar atrás un mundo tan peculiar fuera un poco más llevadera.

No dejéis de leer Suena a Chino, en la próxima entrega contaremos nuestro "tour" por el norte de la Península Ibérica.


快乐的回报

(Kuàilè de huíbào)

Feliz regreso